Abril 2016

 


Estás en Seattle y él en Vancouver así que hacen planes de verse. Estarás tres semanas en Seattle por trabajo, y vienes de estar en Baltimore, Phoenix y Portland. Así que, ¿qué es una parada más en Vancouver para ver a J?

Excepto que tu visa canadiense no llega a tiempo, y él accede en visitarte. J dice que odia Estados Unidos, por eso lleva varios años viviendo en todos lados -Milán, Singapur, Praga y ahora Vancouver- todo menos Estados Unidos.

Pero hace una concesión, o por lo menos así se siente cuando dice que te va buscar en tu hotel el viernes en la tarde.  La idea es que se quede en tu hotel ese fin de semana, y esto parecería algo simple de hacer pero no lo es. En este plan hay varios nuncas, como por ejemplo, nunca, en los casi veinte años de conocerse e ir y venir en sus respectivas historias, han tenido una cita. O por lo menos no una cita así, en la que los dos hagan planes como una pareja cualquiera, vayan a comer, se diviertan, se tomen del brazo cuando caminen y se tomen fotos juntos. Si ha dormido contigo, ha sido siempre después de una fiesta, siempre en tu casa, siempre sin planes al día siguiente. 

Y aquí otro nunca curioso: pensaste que nunca le volverías a hablar. Parte de ti sigue indignada por lo que pasó hace un año. Y entonces porque le dijiste que si? 


En eso piensas al salir del trabajo. Es viernes y hubo un afterhours de la oficina en la terraza y puede que el vino rosado de los gringos sea muy dulce porque ahora no puedes pensar con claridad. O es la idea de verlo? Siempre te ha hecho sentir insegura, sus ojos grises son impenetrables aun cuando no lo son y te dan mucho miedo pero también…

Siempre ha sido así, desde el primer día que se conocieron. Lo viste llegar con su pelo perfectamente engominado hacia atrás, su piel dorada, sus pómulos afilados, su boca tensa. En el, las camisas blancas se veían más blancas, imposiblemente nuevas y el resto de nosotros éramos como ropa usada. O por lo menos así te sentías. El primer día que lo viste entró a tu salón de inglés y se sentó junto a ti. Obviamente no tenía libro, porque habría de tener uno si había regresado de estar en Londres, donde vio en vivo a Bush?

Pero leyó de tu libro, se acercó a ti toda la clase y trataste de detectar un olor. Nada. 

Unos meses después, en una fiesta del Colegio Aleman, lograste que tu primer beso fuera con él. Tu mente ya no existía, la realidad se había derretido y deformado y ahora vivías en un mundo donde era posible que él te besara de esa forma, dando vueltas en el pasto. Cuando tu papá los descubrió y volteaste a buscarlo, J ya no estaba.

  • Es tu novio? 

Tu papá y sus preguntas. Claro que no, y nunca lo será. Sera otra cosa, quizá una más profunda, o más tóxica, o más compleja o mas idiota. Será una constante, lo verías por lo menos una vez al año, sus besos siempre seran los mismos y siempre te sentirías de dieciséis años a su lado. Lo buscaras en otras personas, engañaran a varios novios para estar juntos, y sin embargo, nunca será tu novio.

En uno de tus momentos más vulnerables, después de hacerlo en el asiento trasero de tu camioneta, te dirá las palabras que siempre quisiste escuchar: vente a vivir conmigo. Ven conmigo a Canada, yo te puedo mantener mientras encuentras trabajo. Vente conmigo, llevamos haciendo esto demasiado tiempo, ya es hora. Es hora de estar juntos por fin. Te quiero, quiero estar contigo, vente conmigo.

Una vez más la realidad se derritió y finalmente ahí estaba lo que siempre quisiste. Porque tu tambien, siempre quisiste a J, no?

Entonces porque dudaste en contestar? ¿Por qué le contestaste de camino a tu casa? Porque tardaste tanto?

Quizás si no hubieras tardado en contestar, él no hubiera hecho lo que hizo. 

Irse al día siguiente sin contestar tu último mensaje: Si. Si vámonos juntos. Yo también te quiero y siempre te he querido. 


Y porque estas ahora en el super, comprando más vino rosa gringo? Te dejo vestida y alborotada, una vez más como aquella noche de su primer beso. 

Pero aquí estás, comprando nueces y frutas para desayunar por la mañana.


Traes puesto un jumper morado y verde que compraste en una tienda vintage en Phoenix. Todo el día te habías sentido fabulosa en el trabajo con tu ropa, pero ahora dudabas si dejarte tu ropa para verlo. Porque? ¿Por qué tiene ese poder sobre ti?


En la ciudad hay un comic con, así que cuando bajas a recibirlo, están rodeados de nerds disfrazados de super héroes. Le propones ir a tomar algo y van a un bar, que también está lleno de nerds pero estos no traen disfraz y solo son ruidosos y claramente están molestando a J con su vulgaridad.

No duran mucho ahí, es claro que los dos quieren ir al hotel a besarse como siempre. 

Y lo logran, montan el elevador con mas superheroes falsos y se meten a tu cuarto a besarse. Hasta que sacas el tema. 

  • ¿Por qué no me contestaste?

  • Cuando?

  • Cuando me dijiste que nos fuéramos a vivir juntos.

  • ¿Vas a empezar con eso?

  • Solo dime, porque me dijiste que nos fuéramos a vivir juntos y luego me dejaste de hablar?

Mi pregunta se contestó sola en el aire. Porque fue un borrachazo, había dicho esas cosas sin pensarlas. Que idiota, jamás te quiso como tú a él.


Se enojo contigo, se enojo demasiado. Por tus preguntas, por tu insensatez, por tu manera de arruinar las cosas. Eran las 3 am del sábado. Prefirió irse a dormir en medio de la noche a la terminal de camiones, antes de pasar más tiempo contigo. 

Salió de tu habitación con su mochila, tu jumper morado en el piso se veía tan viejo.

Saliste a fumar un cigarro, en el elevador una pareja vestidos de abeja y catarina te vieron con lástima. Y pensaste que si buscabas en la calle lo encontrarías, y podrías convencerlo de entrar contigo otra vez al hotel, de no tirar a la basura todo el tiempo que llevaban siendo una constante en la vida del otro, de quedarse.

Pero J ya se había ido.