O Gato


I.

Tuve el sueño más raro anoche, pero en vez de escribirlo en mi libreta de sueños, salté de la cama, me puse la camiseta y jeans que guarde en el piso y salí corriendo. El proyecto cambiarle-la-arena-al-gato fue reemplazado rápidamente por el proyecto hacer-café, que fue reemplazado por compra-café-de-camino-a-la-oficina. Si tan solo viviera con alguien que hiciera lo que nunca termino de hacer.

 

Estaba de salida y cerrando mi puerta, cuando mi vecino de enfrente salió de su departamento. Generalmente soy bastante buena esquivando la mirada de la gente. Excepto la de él. Mide más de 1.90 y es la viva imagen de la expresión flaco pero corrioso. Nunca se si en México podemos decir que es negro o tenemos que decir que es afroamericano, pero lo cierto es que su piel es negra tirándole a morado. Sospecho que es haitiano, lo cual hace imposible calcular su edad. Sus ojos siempre están en modo fúrico y ahora que lo pienso todos los demás rasgos de su cara parecen vibrar incontrolablemente. El blanco de sus ojos oscila entre alarmantemente blanco o rojo ira.

- Buenos días. Tiene un minuto?

Olvide mencionar que es über educado e insiste en hablarme de usted?

- Ay, ahorita tengo un poco de prisa, pero si es por la fiesta del viernes…

- Que fiesta?

- No, ninguna…

- Es el gato.

- Neil Diamond?

- No, su gato.

- Mi gato se llama Neil Diamond.

- …

- Qué hizo ahora? Se salió?

- No, el gato nunca sale.

- Neil Diamond.

- Perdón?

- El gato se llama Neil Diamond.

- El nunca sale.

- …

- …

- Ahora si me tengo que ir, disculpe.

- No te quito mucho tiempo. Pero te tengo que dar algo para el gato que está en mi departamento.

Dice esto viéndome con sus ojos de rabia y tomándome del brazo. Siento que el azúcar escapa de mi sangre y lo único que sale de mi boca son las palabras:

- Neil Diamond.

- ….

- Puede ser la próxima semana? Voy tarde…

Aproveche la súbita intervención del señor que sube los garrafones de agua gritando ELECTROPURA para salir corriendo y dejar lo que claramente estuvo a punto de convertirse en la historia de mi secuestro. Y probable asesinato.


 

II.

Si hubiera sabido que el barista de la cafetería de enfrente de mi casa iba a, ahí y en ese momento, inventar una variedad infinita de cafés con las únicas tres combinaciones aceptadas por el mundo (frío/caliente, con/sin azúcar, con/sin crema), me hubiera preparado diez cafés en mi casa. El tipo que estaba enfrente de mi pidió un cold brew con stevia y leche de almendras, pero solo con dos hielos y y un té de kombutcha pero no tenían cardamomo, así que se tuvo que conformar con sabor jengibre.

Pensé que tal vez me había quedado dormida unos quince años porque no entendí la mitad de lo que dijeron. Estaba a punto de twittear eso, cuando una voz detrás de mi, erizó cada fibra de mi alma.

- heeeeeey.

Esa lentitud al hablar. Esa voz, aterciopelada y tan parecida a la de la Rana René. No podía ser otro.

Nos saludamos cordialmente, como dos amigos que se vieron hace meses para jugar tenis. Pero no lo éramos. Por lo menos ya no. Mi primer impulso fue patearle la entrepierna y echarme a correr, pero su cara y sus ojos y la forma en la que me sonríe como si acabara de decir un chiste que solo sabemos los dos, me desarmó.

 

- Quieres que te invite un café? 

- Claro, la próxima semana te busco.

 

Trabajo convenientemente cerca de mi casa, y aun así siempre me las arreglo para llegar tarde. No importa mucho porque nadie parece estar al tanto que trabajo ahí. Cuando llego, la junta de la mañana iba terminando, y mi jefe estaba rodeado de dos de sus minions, que se estaban riendo en un tono que solo podía indicar que era un chiste inapropiado. Mis sospechas se hicieron ciertas cuando violentamente se callaron en cuanto me vieron.

- Manda la minuta por favor.

- Pero yo no....

Trabajo en una consultoría de la cual no me queda muy claro como es que hacemos dinero. De cualquier forma, las oficinas están decoradas con un diseño sueco impecable, que combina con los tatuaje, joyas de diseñador, tenis de diseñador y peinados de Hitler moderno de todos ahí. Excepto yo. Mi look solo podría ser descrito como el de una activista en los noventas, fan de Neil Young que una vez tomó un camión para ir a un concierto, que se perdió en el tiempo y se bajó en esa oficina. Veinte años después. Mi pelo me llega a los hombros y casi siempre tiene forma de trapecio. Mis jeans no tienen algún corte reconocido por H&M. Mi único accesorio es una liga que nunca uso pero insisto en tener en la muñeca. Y no tengo tatuajes.

 

Aún así logro ser invitada a la fiesta de hoy. Hoy es miércoles, y todos saben que los miércoles reemplazaron a los jueves, que en su momento reemplazaron a los sábados, que solían ser los nuevos viernes. Es difícil que las estrellas se alineen para causar el mismo grado de excitación por un evento entre el grupo variopinto que conforma mi generación. Pero hoy es este día. Todos en la oficina  hablan de la fiesta pero también parecen estar hipnotizados por una nueva aplicación, que convierte frases grabadas en una canción con autotune.

Tengo 57 mails pero puedo apostar, a ojo de buen cubero, que ninguno necesita mi intervención realmente. Así que el resto de la mañana, se lo dedique a proyecto Tinder.

Como era de esperarse, el radio de la gente en Tinder se componía por:

· Hombres con lentes obscuros

· Hombres con lentes obscuros y gorras

· Hombres con lentes obscuros, gorras y playeras de algún equipo de futbol.

· Todas las anteriores, Y además tomadas en modo selfie y manejando.

· Exes y amigos.

 

Hago cuentas y en menos de dos minutos llego a las siguientes conclusiones:

· Hace tres meses que no cojo.

· Hace cinco meses que no beso a alguien.

· Hace un año y medio que no salgo a una cita que involucre cine y cena y esas cosas.

· Hace tres años que no tengo novio.

 

Pero quizá hoy en la fiesta conozca a alguien. Así que abro Pinterest y busco referencias de cómo se viste ahora la gente para deducir que me voy a poner.

 

 

 

 

III.

Lo cierto es que no puedo hacer nada últimamente. Mi mente es un banco de niebla, donde se arremolinan altas expectativas sobre el futuro, pensamientos fatalistas sobre estas expectativas y un eco de lo que creo, es la decepción que creo les he causado a mis papás.

Al llegar a mi casa, toco el timbre de mi vecina.

- Me prestas un vestido?

- Vas a la fiesta?

- Obvio. 

- ¿Quieres precopear con nosotros?

En su sala, un grupo de gays muy coloridos estaban probando la nueva aplicación del autotune.

- No puedo, ya quedé con unos amigos, pero nos vemos allá?

- Obvio.

 

No se porque pero no quiero estar con nadie ahora. Últimamente me pasa eso. Me siento sola la mayor parte del tiempo y soy miserable pero evito la compañía de cualquiera como un perro rabioso el agua.  Tomo una siesta y cuando despierto, ya son las doce de la noche. Así que como un vampiro, me levanto en la oscuridad de mi cuarto, me pongo el vestido de mi vecina, me recojo el pelo y salgo a la calle.

 

La música de la fiesta se escucha hasta la calle, y estoy pensando en si alguien va a escuchar el timbre cuando lo toque, pero alguien viene saliendo justo en ese momento.

- Quihubole, ¿cómo estas?

- Bien y tú?

- No te acuerdas de mi ¿verdad?

- Si, si, ¿eras amigo de mis amigos en la universidad?

- Si. También soy tu agente de AFORES.

- Ah, si es cierto. ¿Cómo va eso?

- Bien! ¿Quieres que nos veamos para platicarte como está tu plan?

- Si, seguro, la próxima semana lo agendamos.

- Me acompañas por hielos a la tienda?

- Ok.

 

Excepto que su plan no era ir por hielos. A dos cuadras, deja de caminar y se planta en una esquina, intentando hacer plática.

- Ahorita tenemos el mejor plan del mercado en AFORES, y seguramente…. ay pérame.

 

Un Audi se orilla y de él sale una voz que nos ordena que nos subámos. Dentro del coche, aprendería que realmente íbamos a ver a su dealer, pero había una patrulla siguiéndolo y no podía darnos su encargo en la calle. Así que damos vueltas por la zona, primero callados en el asiento de atrás como dos niños regañados cuando los descubren que han estado pintándole dedo a los del coche de atrás. Después, ma cae el veinte de dos cosas:

1)  yo no había pedido nacer

2) tampoco había pedido estar en el coche con un dealer con camino a quién sabe donde.

 

- Te tengo que preguntar algo Jennifer.

- No me llamo Jennifer.

- Si, no?

- No. 

-Segura?

-¿Por que no sabría mi nombre?

- Bueno Jenny, imagínate que estás parada en una plataforma. Pequeña, de unos cincuenta por cincuenta. Debajo de ti hay un abismo y enfrente y atrás, cada dos metros hay una hilera de plataformas exactamente iguales a donde estás parada, sólo que están lo suficientemente separadas la una de la otra para suponer que si saltas, podrías llegar a una pero también fácilmente te podrías caer. Así hasta el infinito.

- ¿Cuál era la pregunta?

- ¿Qué harías? Yo creo que hay dos tipos de personas. Las que lo intentarían y saltarían una tras otra, con mucho esfuerzo y también mucho miedo, y las que se aventarían al vacío sin intentarlo.

- Yo me quedaría sentada hasta que algo pasara.

- Bueno, entonces hay tres tipos de personas. El chiste es que yo saltaría. Y por eso entiendo a la gente que lo hace. Las salidas fáciles. 

 

IV. 

En el radio sonó My Love de Wings y recordé una historia que me contó una tía una vez. Su mejor amiga de la prepa estaba a punto de casarse. Era muy bonita y tenia una piel super blanca que contrastaba con su pelo negro y largo, que le llegaba a la cintura. Estaba muy enamorada de su novio. Mi tía ya era mamá soltera cuando le detectaron cáncer de seno. Meses después también se lo detectaron a su amiga. Mi tía se operó pero su amiga prefirió dejarse morir antes de vivir mutilada. Eran los ochentas. Y  My Love era su canción favorita.

 

- ¿A mi me pueden bajar aquí? Ya estoy muy lejos de la fiesta y quedé de verme con alguien…

 

Pero mi amigo y agente de AFORES estaba muy ocupado como el nuevo sommelier de drogas, inmerso en una ardiente negociación sobre la calidad y el precio del encargo.

 

- En serio, yo me bajo aquí.

 

El chofer aceleró sobre Insurgentes y musitó algo muy parecido a ya-se-los-cargó-la-chingada.

 

- Y yo porque?

- Te quieres bajar guerita?

- Bueno, si, si puedes orillate en el alto y...

- Te vas a tener que aventar si te quieres bajar.

 

En dos segundos y medio pasó lo siguiente:

1) Juré dedicar el resto de mis días a la propaganda de la frase "no te subas al coche con extraños"

2) Mi amigo y yo desarrollamos un complejo lenguaje telepático, y al vernos a los ojos entendimos que nuestro escenario hipotético sobre las plataformas y el vacío" estaba a punto de abandonar la teoría.

3)Teniendo el segundo susto del día sobre escenarios en los que podría ser secuestrada, abro la puerta del coche, y en un microsegundo tomo la decisión ejecutiva de alcanzar mi bolsa en lugar de la mano de mi amigo al saltar. 

Supongo que rodé, pero no recuerdo como caí. Cuando me incorporo, vi sobre Insurgentes a mi amigo alejarse, con una expresión muy parecida a cuando alguien se despide de otra persona antes de ir a la guerra.

 

 

 

IV.

Camino tratando de calcular mi ruta y haciendo un recuento de los daños.

Medias rotas: check.

Vestido en una sola pieza: inexplicablemente check.

Celular roto: Por supuesto. 

Estado físico: algunos raspones. Mi rodilla está sangrando. Mi dedo de en medio probablemente roto. Fuera de eso, nada. Claramente estoy hecha de cartílago y milagros.

 

De camino a la fiesta, paso por un bar. Afuera hay mucha gente fumando.

- heeeeeeey

Esa voz otra vez. Dios, ¿que día es hoy? ¿el día de llevar mi paciencia al limite?

 

Nos quedamos platicando un rato afuera del bar. Me cuenta que está ahí con unos amigos tomando mezcal. Luego irían a una cantina y luego a un tugurio en el centro que prometieron habría sexo en vivo. La vida de los turistas es una replica de mi vida en la universidad.

Yo le cuento de mi noche y el dealer y el salto de su carro. Una cosa lleva a la otra y en diez minutos ya había cancelado los planes con sus amigos y estamos de vuelta en Insurgentes. Decidimos entrar a un bar temático de los setentas. Hay muchas secretarias sentadas en las piernas de lo que asumo, eran sus jefes o colegas de mayor jerarquía. Hay una banda en vivo tocando una canción de KC and the Sunshine Band y luces disco en el piso.

 

Instantáneamente estámos bailando como la pareja más animada de una boda. De una de las mesas tomó un manojo de flores artificiales y me dice al oído que esas flores se iban a morir antes de que yo le dejara de gustar.

Nos sentamos en una de las mesas que daban a la pista, con nuestros brazos y piernas lo suficientemente juntos para mandar el mensaje de que estamos juntos. Aún así, no se nos ocurrió besarnos ni una vez.

- Como te fue en París? Vi que te fuiste de trabajo, ¿no?

- Si, estuvo cabrón. Conocí a Josh Homme.

- No, ¿dónde?

- Fui al antro de David Lynch y ahí estaba.

- Y luego?

- Nada. Me pidió un cigarro y platicamos de un documental que hizo David Lynch de Duran Duran que vi el otro día.

- Orale, ¿eso existe?

- Si, y me dijo que el justo acababa de grabar un cover de Save a Prayer.

- Con Queens?

- No, tiene otra banda. No la he escuchado pero van a tocar en el Bataclan.

- Oye, ¿te acuerdas de esa canción que nos gustaba?

 

Recordé el sueño que había tenido en la mañana. Estábamos en la casa de mis papás, en una fiesta que hice hace muchos años, cuando íbamos en la universidad. El estaba recargado en la puerta. Cuando trate de acercarme a decirle algo, la música subió de volumen. Yo misma no podía escuchar mi voz. La canción que estaba era Ordinary World de Duran Duran.

 

- Nope. Oye. ¿Cuándo regresaste?

- La semana pasada. Sólo estoy aquí por un mes. Vine a ver a mis papás y me regreso.

- Ya. 

- ¿Hace cuanto que no nos veíamos?

- No se...

- ¿Un año?

- Y medio.

- Ya te extrañaba.

- ¿Si?

- He pensado mucho en ti.

- ¿Qué?

- ¿Qué?

- ¿Qué has pensado sobre mi?

-  Que deberíamos vivir juntos. Intentarlo.

- ¿Que?

- Piénsalo, nos hemos querido desde la prepa, y nunca hemos podido estar juntos. Siempre te he querido. Te amo. Nunca voy a sentir lo que siento por ti por nadie más. Solo deberíamos hacerlo. Me está yendo bien en el trabajo y...

- ¿Es en serio?

- Yo te podría mantener. Y podemos intentarlo. Ven a vivir conmigo.

- Me dijiste lo mismo la última vez, hace año y medio. Y te contesté que si. Y me iba a ir contigo. Y luego te desapareciste. Dios, exactamente ¿qué tan a corto plazo es tu memoria?

No alcancé a escuchar si me respondió por que salí corriendo del lugar, con la prisa de alguien que estuvo a punto de tener un accidente mortal.

 

V. 

Caminé tan furiosamente que en el camino le pegué a una pared y me acabé de romper el dedo. Al llegar a la fiesta no había nadie, más que mi vecina que iba de salida a un after y juraba que había sido la mejor fiesta en mucho tiempo.

Me fui a mi casa caminando despacito, con las medias rotas y el rímel seco en la cara. Caminé en medio de Alvaro Obregón, viendo el sol salir al final de la calle y pensé en esa parte de Batallas en el Desierto que dice:

 

Miré la avenida Álvaro Obregón y me dije: Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria.


En la calle pasó el Audi de donde me aventé, solo que esta vez el chofer era el dealer y mi amigo de las AFORES iba en el asiento del copiloto. Sin detenerse, me gritan desde la ventana ¿no quieres un ride? Traté de contestarles pintándoles dedo, pero la mitad de mi dedo se dobló hacia atrás.

 

VI.

Al llegar a mi puerta, mi vecino sale.

- Tiene un minuto? Es sobre Neil Diamond,

- Mira, no tengo tiempo ahora...

- No, solo tenga.

 

Un cuadro. En el cuadro, mi gato tenía las proporciones de un ser humano adulto y estaba tomando té en la mesa de un comedor rosa. Parada junto a él había una princesa rubia, con un vestido plateado y una corona a juego. Las paredes del comedor estaban pintadas con símbolos raros, como estrellas de cinco picos y lo que asumo, eran jeroglíficos egipcios.

- Esto es para Neil Diamond.

- Pero...

- Neil Diamond siempre me está cuidando desde la ventana.

- Y la princesa soy yo?

- Por supuesto que no. Y no es una princesa, es una guerrera. Y es rubia. Tu cabello es negro.

- Claro... quieres un café?

Platicamos en rato, sentados en la mesa de mi comedor. El, yo, el cuadro, y Neil Diamond. Había sido militar en Guyana. Estuvo en Jonestown. Desde entonces, dice que tiene una herida profunda en la cabeza. Se toca la cabeza y los ojos cuando dice esto, y no el corazón, como uno siempre hace. Se enamoró de otro militar, y cuando los descubrieron, los echaron del ejército. Se fueron a vivir a NY. Luego vinieron a vivir a México hace dos años. El tratamiento de HIV es más barato aquí, me dice. Su pareja murió hace unos pocos meses. Yo jamás lo vi. Desde entonces él no sale de su casa, y por la ventana lo único que ve es a Neil Diamond.

- Gracias por el café. Y gracias por dejarme pasar tiempo con Neil Diamond.

Se fue y quise llorar, pero recordé que me podría ver por la ventana y no quise hacerlo sentir mal. En vez de eso, colgué el cuadro  enfrente de mi cama, me amarré un palito en el dedo y me quedé dormida.